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Mensaje por KIRA Dom Mayo 29, 2011 1:19 pm

7. VERDAD

-Oye, te llamabas Kira ¿verdad? –preguntó una voz a mis espaldas.
Me di la vuelta y me encontré con el rostro del cabo Mens, el hombre que me había encañonado en el Meteora.
–Sí.
–Quería disculparme por lo de antes. No sabía quiénes eráis ni lo que estabais haciendo en nuestra nave. Lamento haberte amenazado.
Vale, eso sí que no me lo había esperado. Una disculpa. Después de todo lo que había sucedido, aquello resultaba casi cómico.
–No te preocupes, lo entiendo. Acepto tus disculpas –dije sinceramente.
–¿Cómo se encuentra la mujer de la nave?
–¿Heresy? –pregunté estúpidamente. Pues claro. ¿A quién más se iba a referir?–. Está en la clínica. Zuzka… quiero decir, nuestra médico está curando sus heridas. Podrán volver a implantarle el dedo. Seguramente esté en hibernación hasta que volvamos a la Estación Samara para evitar complicaciones.
–Es un alivio. Al menos se llevó por delante a ese cabrón farsante.
Fui a responder, pero Desierra nos hizo llamar al comedor para la reunión. El capitán Revel quería oír todos los detalles de los últimos acontecimientos y era el único lugar de la Mary Faith con suficiente espacio para reunirlos a todos con la excepción de la sala de mandos.
Tomamos asiento alrededor de la mesa junto con los marines supervivientes del Meteora. En el último instante apareció Heresy, seguida de cerca por Zuzka. La mano de la piloto estaba envuelta en una venda quirúrgica.
–¿Qué demonios haces aquí Heresy? –le reprochó el capitán–. Deberías estar en hibernación.
–Déjeme jefe –respondió sin humor la mujer–. Antes de meterme en el congelador quiero saber por qué ese tipo intentó hacerse unas lonchas con mi cuerpo.
Revel desvió la mirada hacia Zuzka y ésta pareció darle el visto bueno por el momento. Resignado, el capitán dejó que ambas ocuparan un lugar en la mesa.
–Bien. Comencemos. Hemos confirmado la identidad de los tres soldados aquí presentes y la de los otros dos que Greylion y la navegante Kira encontraron en hibernación a bordo de la Meteora. La oficial médico Zuzka ha realizado un examen preliminar de sus heridas.
La aludida siguió con el informe:
–Los dos soldados sufrieron heridas graves, en su mayoría cortes y apuñalamientos. Parecen haber sido atacados por algún tipo de arma punzante de gran tamaño. La carne ha sido desgarrada varios centímetros casi sin oposición. No tengo el equipo médico necesario para realizar una operación que pueda asegurar sus vidas, con lo que los he almacenado en la sala de hibernación de la Mary Faith hasta que regresemos a la Estación Samara, donde podrán recibir la atención necesaria para su recuperación. En cuanto al hombre que atacó a Heresy está en una bolsa para cadáveres en la clínica, aún no he tenido tiempo para examinarle. Les daré un informe más adelante.
–De acuerdo. Todo parece estar en orden. Ahora, si no le importa, cabo –dijo dirigiéndose hacia el líder de los marines–, me gustaría que nos explicase los hechos.
Mens se puso en pie con los brazos cruzados tras la espalda, adoptando una postura militar.
–Mi destacamento se dirigía hacia un sector alejado de las rutas comerciales con la misión de tomar una Estación Espacial de Investigación, que al parecer, había sido secuestrada por un grupo de piratas. La Estación era de pequeño tamaño, con apenas cincuenta miembros del personal científico y cinco agentes de seguridad. El Meteora era la nave más cercana, así que acudimos en su ayuda. Creíamos que sería un procedimiento habitual. Un rescate rápido y preciso. Pero cuando entramos, vimos que en ese lugar nada era normal. Encontramos… los cuerpos masacrados y desfigurados de todo el personal de la estación, cubriendo los entresuelos y las paredes. Había sido una carnicería. Varias secciones de la nave habían sufrido graves daños por explosivos y toda la estación sufría una descomprensión que impedía la vida a bordo. En principio pensamos que los cuerpos habían reventado debido a la presión… Pero las pruebas descartaron esa teoría. Los cuerpos que encontramos, habían sido machacados intencionamente por alguien.
–¿Fueron los piratas? –preguntó el capitán.
–Eso creímos, pero resultó que ellos también habían sido asesinados. Encontramos varios cuerpos encerrados en un módulo de aislamiento. Se habían suicidado. Informamos a nuestros superiores y nos ordenaron recuperar los restos de las investigaciones que allí se realizaban.
–¿No encontraron supervivientes? –preguntó Greylion.
–No. Tan solo un sintético desconectado, escondido en una bodega. Trasladamos todo el material a bordo del Meteora, incluyendo al androide, y el capitán decidió destruir la estación. Ni siquiera nos autorizaron a llevarnos los cuerpos de esa gente. Se limitaron a desintegrar el lugar como si nunca hubiera existido. Nadie nos dijo por qué.
–¿Qué averiguaron del sintético?
–No lo sé. Fue enviado al laboratorio junto con el resto del material. Solo los oficiales de más alta graduación tenían acceso a ese lugar.
–¿Qué ocurrió en el viaje de regreso? –preguntó el capitán.
–Despertamos de la hibernación por una orden automática del ordenador central. La nave estaba en estado de emergencia. Todos nos armamos y buscamos la amenaza. Los veinte hombres asignados a la seguridad de la nave mientras el resto permanecíamos en hibernación habían desaparecido sin dejar rastro. El laboratorio estaba destruido y no había rastro del sintético. Comenzamos a registrar cada sección de la nave y a organizar patrullas mientras seguíamos el rumbo. De vez en cuando, alguien no volvía de sus patrullas. Se oían gritos repentinos en la oscuridad. Perdimos a veintisiete hombres el primer día, y ni siquiera sabíamos contra qué estábamos luchando.
–¿Y los sistemas de la nave? ¿No captaron nada? –pregunté recordando los análisis de rastreo de signos vitales.
–Estaban anulados. Las señales eran débiles e inexactas. La nave era enorme y perdíamos gente cada hora sin necesidad de luchar.
–¿Por qué no pidieron ayuda? –preguntó Lia.
–Lo hicimos, maldita sea. ¡Lo hicimos! El coronel logró enviar una señal de auxilio justo antes de que los sistemas de comunicación dejasen de funcionar. Eso fue hace dos días.
Noté que todos los tripulantes de la Mary Faith intercambiamos una mirada al mismo tiempo. ¿Dos días? ¡Eso no era posible!
El cabo Mens debió notar las miradas porque preguntó:
–¿Qué ocurre? ¿Algo va mal?
El capitán Revel bajo la cabeza pensativo mientras respondía al confuso soldado.
–La Estación Samara recibió una señal de emergencia y nos enviaron a mi equipo y a mí para investigarla. Eso fue hace tres semanas, cabo.
–¿¡Tres semanas!? –preguntó atónito–. Eso no es posible, ¡terminamos la misión hace cuatro semanas! Solo el equipo asignado a la seguridad podría haberla enviado, ¡y desaparecieron!
–Joder… ¿en qué mierda nos hemos metido? –preguntó Heresy.
–¿Qué significa eso? –preguntó Fobos algo confundido por la cantidad de información.
Desierra respondió a aquello.
–Que si enviaron una señal de socorro hace tres semanas y estos soldados despertaron hace tan solo tres días, entonces en el tiempo entre medias la nave pasó a ser controlada por alguien más. Sea lo que fuera hizo desaparecer a los marines de seguridad y gobernó la nave sin oposición durante casi tres semanas, manteniendo el rumbo hacia la base de los marines, sin causar daños en las cápsulas de hibernación.
Un escalofrío recorrió mi espalda.
–¿Con qué motivo? ¿Por qué alguien haría algo así? –pregunté.
–No tengo ni idea –respondió el veterano piloto–, pero si te has apoderado de una nave enemiga y tienes a más de medio centenar de soldados a tu merced, no tendría sentido seguir con el rumbo establecido.
–Dejemos esas incógnitas para más adelante caballeros –dijo Revel desde su silla–, aún no hemos terminado de oír la historia del cabo y sus hombres.
Todos estuvieron de acuerdo y el cabo prosiguió su relato. Estaba sudando y ya empezaba a apreciar la preocupación en su rostro. Recordar todo estaba poniendo nervioso al soldado.
–Cuando la comunicación se cortó definitivamente, el coronel decidió cerrar varias secciones de la nave manualmente para poder retirarnos a un lugar defendible donde pudiéramos atrincherarnos hasta que la Meteora llegara a las coordenadas previstas y recibiéramos ayuda. En esos momentos aún quedábamos una veintena de hombres.
Aquello me sorprendió. Según lo que había dicho Greylion en su informe, aquella nave debía tener una tripulación estándar de noventa soldados. ¿Cómo habían perdido tantos hombres sin ningún tipo de enfrentamiento abierto? ¡Era de locos!
–Trasladamos todos los suministros necesarios a la zona de material cerca del hangar y cerramos las puertas. La única vía de acceso era a través del hangar, ya que habíamos soldado las puertas de los pasillos auxiliares. Sólo podían venir en una dirección. Desgraciadamente, subestimamos a esos cabrones y olvidamos un detalle importante.
–Los motores –se anticipió Rockatansky desde el otro lado de la mesa.
Mens se sorprendió al ver la respuesta del jefe de ingenieros.
–Estábamos revisando el sistema de propulsión cuando nos atacasteis, ¿recuerdas? Tuve tiempo de comprobar que el flujo de suministro de combustible había sido desconectado. Cualquiera puede arreglar un fallo como ése, ya que se trata únicamente de volver a activarlo desde cualquier terminal de la nave. Pero en vuestra situación, al no haber energía, el proceso debía llevarse a cabo manualmente, desde la sala de motores…
–Exacto… –confirmó con tristeza el cabo–. Nuestro plan consistía en aguantar hasta que la nave llegase a la base pero con los motores apagados… estábamos condenados. Dejamos a diez hombres defendiendo la zona, entre ellos los soldados de primera Soul y Eder aquí presentes. El resto formamos una unidad y fuimos a la sala de motores para establecer un nuevo perímetro. Debíamos destruír la unidad de control manual de combustible para evitar más problemas y regresar al punto seguro. Sabíamos que estarían esperándonos, pero era nuestra única alternativa. Creo que dada la situación actual comprenderéis que no logramos el objetivo.
–¿Qué ocurrió? –quiso saber Greylion.
–Que nos destrozaron. Dejaron que nos acercaramos a la sala de motores todo lo que quisieron. Jamás tuvimos una oportunidad. Ellos lo sabían. Cuando estuvimos en una posición adecuada, aparecieron. Salieron de todas partes, conductos, cuadros de mandos, pasillos secundarios, del entresuelo… Nos rodearon completamente y nos destrozaron. Fue una masacre.
–¿Qué fue lo que os atacó? –insistió el segundo al mando de la Mary Faith.
–No lo sé. Por Dios que no lo sé. Eran delgados, con la piel pálida y brillante. Corrían a cuatro patas y saltaban distancias imposibles. Sus cabezas eran lisas y brillantes. Tenían garras en sus extremidades y sus bocas estaban llenas de hileras de dientes afilados. Sus cuerpos se movían demasiado deprisa para nosotros. Corrían por las paredes o por el techo como si no hubiera gravedad. A la orden del coronel abrimos fuego. Abatimos a algunos, pero el resto se nos echó encima. Con sus garras cortaron extremidades y partieron huesos sin resistencia. El pánico hizo su efecto y la formación se rompió. Todo el mundo corrió para salvar la vida. Y entonces nos dieron caza. Eran más veloces que nosotros. No podíamos huir. Saltaban a las espaldas y arrancaban columnas y cabezas por igual. Jugaban con sus presas antes de acabar con ellas. Vi a una de esas cosas arrancar las extremidades de un soldado una por una, dejando la cabeza para el final –por un instante vi en los ojos del cabo Mens lágrimas contenidas. Era evidente que había pasado por un infierno y necesitaba desahogarse, pero aún así era capaz de mantener la compostura y seguir con su informe. Le admiré por ello–. Apenas un minuto tras el inicio del enfrentamiento tan sólo quedábamos el coronel y yo. Las armas no parecían mantenerlos a raya, así que disparamos a las tuberías y el gas los detuvo el tiempo suficiente como para escapar. Casi habíamos llegado a la zona segura cuando una de esas cosas alcanzó al coronel, lo arrojó al suelo y se lo llevó a rastras por un pasillo auxiliar. No pude… No pude hacer nada por él. Cuando llegué junto al resto informé al oficial de lo sucedido y nos preparamos para el inminente ataque final. No habíamos podido volver a restablecer el flujo de combustible y tan solo quedábamos once. La única ventaja de la que disponíamos era que finalmente sabíamos quién era el enemigo y pudimos preparnos en consecuencia. Atacaban cuerpo a cuerpo, con lo que teníamos que mantener la distancia en todo momento. Nuestra zona de material quedaba descartada así que nos trasladamos al hangar. Su extensión nos favorecía para localizar al instante a cualquier enemigo. Además elaboramos un plan para acabar con ellos de un solo golpe y el hangar era el único lugar de la nave que nos permitiría llevarlo a cabo. Todo el equipo se colocó un arnés y se situó frente a sistemas y materiales aferrados al suelo. Soldamos algunos bidones para que sirvieran de cobertura y nos atamos a ellos. Cuando aquellas cosas entraron, lo hicieron en manada, tal y como habíamos previsto. Había muchísimos. Medio centenar al menos. Aguantamos la posición unos segundos para asegurarnos de que todas aquellas criaturas lograban entrar en el hangar. Entonces cerramos las puertas y abrimos las esclusas al espacio. Todo aquello que no estaba atado en el hangar fue absorbido y expulsado al espacio. Aquellas cosas eran ágiles debido a su poco peso, y eso nos favoreció. En pocos segundos el hangar quedó limpio de esas cosas. Perdimos a cuatro personas en aquella lucha, entre ellas, la oficial médico Lisa Raynor. Una de esas cosas cortó su arnés y fue absorbida también –dijo con tristeza–. Finalmente habíamos recuperado la nave. Los dos soldados que presentaban una mayor gravedad en sus heridas fueron llevados a la sala de hibernación. No podíamos restablecer los motores hasta saber una cosa más… Alguien había anulado los sistemas, cortado las comunicaciones y desconectado el flujo de combustible. Esas cosas no podían haberlo hecho solas, habían recibido ayuda. Ayuda de un ser más inteligente. Un ser humano. No sabíamos cómo habría podido sobrevivir alguien sin que aquellas cosas lo macharan, pero no tardamos en averiguarlo. Enviamos a dos de nuestros compañeros a reestablacer el combustible mientras nosotros nos reunimos en la sala de mandos y conectamos de nuevo el sistema de vigilancia por cámaras. Gracias a ellas, conocimos la verdadera cara del enemigo. Era el maldito sintético, el androide que desapareció desde el principio. Atacó a nuestros compañeros de la sala de motores y arrojó sus cuerpos por una escotilla de emergencia. El mismo sintético que vuestra piloto se ha cargado hace una hora.
–Eh, eh ¡espera un momento! –interrumpió la aludida–. La sangre de ese tipo era roja y un sintético no hubiera muerto ni apuñalándole varias veces en la cara.
–Tiene razón –la apoyó Beste–, no seré un entendido en el tema de las personas artificiales pero todo el mundo sabe que la sangre sintética es blanca.
Era cierto. Los sintéticos eran mucho más duros y rápidos que los humanos. En un enfrentamiento cuerpo a cuerpo un sintético tendría todas las de ganar, ya que resistiría múltiples daños sin inmutarse. No obstante, la posibilidad de que un androide atacara a un humano era impensable.
–Y no olvidemos el tema de los inhibidores de comportamiento –comentó Fobos llegando a mi misma conclusión–. Los sintéticos están programados para no hacer daño a los seres humanos. Y ése que está en una bolsa atacó a Heresy.
–Os equivocais –dijo Greylion seriamente–. Los sintéticos son ordenadores andantes, y como tales, pueden ser programados. No es el primer caso en el que un puñado de científicos decide fabricar ilegalmente en un taller clandestino una serie de androides extentos de inhibidores de comportamiento. Ya se han dado casos.
–¿Y cómo explicas lo de la sangre?
–No es difícil teñir el tejido neuronal del que se componen las células del sintético –explicó Zuzka–. Es un proceso simple, pero está prohibido. La razón principal del color de la sangre de los androides es precisamente su distinción con la nuestra. Es un método de identificación. En cuanto a su muerte, el cuchillo de Heresy pudo haber dañado el ordenador central almacenado en su cabeza.
–¿Y para qué querría alguien modificar sus características? –pregunté sin entender nada.
–Probablemente fuese una unidad de infiltración –supuso Revel–. Los marines la encontraron en una Estación Espacial de Investigación ¿verdad? Puede que estuviera allí para robar secretos o formase parte del propio equipo del laboratorio. En cualquier caso, si es el responsable de lo que pasó a bordo del Meteora quiero saber qué le pasaba por la cabeza. Zuzka, ve preparando una red neural y prepáralo todo para el interrogatorio. Si el cerebro no ha quedado demasiado dañado, quizá podamos sacarle algo de información a ese trasto. Por favor cabo, prosiga el informe donde lo dejo.
Zuzka asintió y se marchó apresuradamente mientras el cabo Mens prosiguió con su relato.
–No queda mucho más que añadir. Dejamos a nuestros compañeros en hibernación y fuimos a la sección trasera de la nave a destrozar a esa cosa, pero por lo que me dijo Greylion, debió ocultarse y fue directamente a por nuestros compañeros. Por suerte, sus hombres llegaron a tiempo. Nosotros confundimos a su equipo de ingenieros con aliados del sintético. Pensamos que había introducido más en la nave durante nuestro atrincheramiento. Afortunadamente todo se ha aclarado y no ha habido más muertes.
–Está bien. Con esto doy por finalizada la reunión. Enviaremos el informe completo a la Estación Samara a las dieciséis horas, junto con un mensaje para el Ejército informándoles de la situación de sus hombres y su nave. Hasta que recibamos nuevas instrucciones la Mary Faith permanecerá junto al Meteora para evitar problemas.
Todos estuvimos de acuerdo y recibimos nuestras órdenes personales hasta que el capitán Revel dio por finalizada la reunión y nos hizo retirarnos.
Sentí un gran alivio mientras me dirigía hacia mi camarote. Todo se había aclarado por fin. Habíamos rescatado a los últimos supervivientes a bordo del Meteora, acabado con la amenaza y finalizado la misión. Todo había ido bien.
Al menos eso pensaba hasta que oí los gritos que venían de la enfermería.


Última edición por KIRA el Sáb Jul 02, 2011 7:58 am, editado 2 veces
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Mensaje por Rocka Dom Mayo 29, 2011 2:00 pm

GRlgraoaoaoaooaoao maaaaaaaaaaaaaaás. Quiero más! Se ha vuelto a levantar el androide o que? Que mala leche tienes al partir los capítulos Charly
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